Devocional Semanal
La voluntad de Dios
¿Cuantos cristianos no estamos preocupados por conocer la voluntad de Dios? Y sabemos que en nuestra vida vamos a pasar circunstancias desconocidas, vamos a tomar desiciones importantes, pruebas, tristezas, alegrías, momentos felices y en todo eso, nos preocupa qué es lo que Dios tiene para nuestra vida futura.
Pues bien, debemos saber que como cristianos, la voluntad de Dios está en su Palabra (Salmo 119:35), debemos recordar aquella primera vez que conocimos a Jesús y que debió ser para todos, un encuentro con él a través de su Palabra (Salmo 19:7), que fue ella quien nos cambió nuestra forma de pensar (Romanos 12:2), debemos recordar aquel tiempo en el que estábamos sin Cristo y tal vez escuchando a un predicador, o a un pastor en una iglesia, en un alcance o en algún otro evento o tal vez escuchando un audio, en la radio, y el Espíritu Santo obrando dentro de nosotros, convenciéndonos de nuestro pecado, terminando tal vez en un baño de lágrimas o simplemente con una actitud humilde y cabizbaja por todo el peso de nuestro pecado.
Entonces, si nuestra conversión fue verdadera, si la Palabra de Dios obró tan maravillosamente en nosotros aquel día, ¿Por qué muchas veces nos cuesta reconocer la voluntad de Dios en ella? Ahí está, tan cierta como fue en el inicio, así debiera ser hasta el día de hoy (Filipenses 1:6), pero en lugar de eso, muchas veces nos afanamos en pedir la voluntad de Dios en otras cosas (Santiago 4:3), para saber si debemos estudiar una carrera técnica o una licenciatura, si debemos comprar un coche rojo o uno azul, si demos hacer un viaje o quedarnos en casa y espero que no se mal entienda el punto, ya que muchas de éstas cosas no son malas en si, y hasta cierto punto son necesarias, pero ¿en verdad Cristo murió y derramó su preciosa sangre para que nosotros tengamos un buen empleo? ¿o para que tengamos estabilidad financiera? ¿Acaso Dios nos envió su preciosa Palabra y a su Hijo para enseñarnos cómo balancear nuestra chequera…?
Si tuvimos un pasado sin Cristo con todos éstos afanes en nuestra vida y luego, a través de su Palabra tuvimos un cambio tan radical (Juan 3:3-8, 2ªCor. 5:17) que cambió en ese momento nuestra manera de ver nuestra vida misma (Colos. 3:2-4), entonces ¿Por qué pedir dirección y la voluntad de Dios en aquello para lo que nuestro criterio como cristianos basta y sobra? Pero eso si, si alguien como el Pastor nos dice que debemos amar a nuestro cónyuge, cumplir con nuestro ministerio o nos invita a servir en la iglesia o a una misión por ejemplo, entonces nos aferramos a decir: “voy a ponerlo en oración para ver si es la voluntad de Dios”, cuando la voluntad de Dios está en su misma Palabra la cual nos dice: “… Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”. Mateo 25:21.
Ebenezer Canul.
Pues bien, debemos saber que como cristianos, la voluntad de Dios está en su Palabra (Salmo 119:35), debemos recordar aquella primera vez que conocimos a Jesús y que debió ser para todos, un encuentro con él a través de su Palabra (Salmo 19:7), que fue ella quien nos cambió nuestra forma de pensar (Romanos 12:2), debemos recordar aquel tiempo en el que estábamos sin Cristo y tal vez escuchando a un predicador, o a un pastor en una iglesia, en un alcance o en algún otro evento o tal vez escuchando un audio, en la radio, y el Espíritu Santo obrando dentro de nosotros, convenciéndonos de nuestro pecado, terminando tal vez en un baño de lágrimas o simplemente con una actitud humilde y cabizbaja por todo el peso de nuestro pecado.
Entonces, si nuestra conversión fue verdadera, si la Palabra de Dios obró tan maravillosamente en nosotros aquel día, ¿Por qué muchas veces nos cuesta reconocer la voluntad de Dios en ella? Ahí está, tan cierta como fue en el inicio, así debiera ser hasta el día de hoy (Filipenses 1:6), pero en lugar de eso, muchas veces nos afanamos en pedir la voluntad de Dios en otras cosas (Santiago 4:3), para saber si debemos estudiar una carrera técnica o una licenciatura, si debemos comprar un coche rojo o uno azul, si demos hacer un viaje o quedarnos en casa y espero que no se mal entienda el punto, ya que muchas de éstas cosas no son malas en si, y hasta cierto punto son necesarias, pero ¿en verdad Cristo murió y derramó su preciosa sangre para que nosotros tengamos un buen empleo? ¿o para que tengamos estabilidad financiera? ¿Acaso Dios nos envió su preciosa Palabra y a su Hijo para enseñarnos cómo balancear nuestra chequera…?
Si tuvimos un pasado sin Cristo con todos éstos afanes en nuestra vida y luego, a través de su Palabra tuvimos un cambio tan radical (Juan 3:3-8, 2ªCor. 5:17) que cambió en ese momento nuestra manera de ver nuestra vida misma (Colos. 3:2-4), entonces ¿Por qué pedir dirección y la voluntad de Dios en aquello para lo que nuestro criterio como cristianos basta y sobra? Pero eso si, si alguien como el Pastor nos dice que debemos amar a nuestro cónyuge, cumplir con nuestro ministerio o nos invita a servir en la iglesia o a una misión por ejemplo, entonces nos aferramos a decir: “voy a ponerlo en oración para ver si es la voluntad de Dios”, cuando la voluntad de Dios está en su misma Palabra la cual nos dice: “… Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”. Mateo 25:21.
Ebenezer Canul.
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